sábado, 24 de febrero de 2018

Eugenio De Signoribus



Tierras quemadas


quien no puede tenerte, te mata…
no soporta tu cuerpo escrito
y el tú que acaso sufriente
permanece sobre la arena verbal
después de tu tercer no
esparce en torno a tu cabaña
su carta venal y la incendia
negándose aún a sí en el conflicto…

quien vive contigo y siente
tu alianza en peligro
corre a extinguir en su nacimiento
aquello que ya era ceniza

pero al alba una incierta línea negra
separa tu mirada infeliz
de cada lugar donde no estás
si no en la urna o en la cicatriz

de “Ronda dei conversi” 1999-2004, y en Poesie (1976-2007), Garzanti, 2008.
(Versión G.M.)




Versión Italiana:

Terre bruciate
chi non può averti t’uccide…
non sopporta il tuo corpo scritto
e il tuo te che pure sofferente
sta sopra la sabbia verbale

dopo il tuo terzo no
intorno al tuo capanno cosparge
la sua carta venale e l’incendia
negando anche sé nel conflitto…

chi ti convive e sente
in pericolo la tua alleanza
corre a spegnere sul nascere
ciò che già cenere era

ma all’alba un’incerta linea nera
separa il tuo sguardo infelice
da ogni luogo dove non sei
se non nell’urna o nella cicatrice


Biografía:
Eugenio De Signoribus (Cupra Marittima11 marzo 1947) Editor de la revista "Marka", dirigió también "Hortus.Rivista di arte e poesia" de 1992 a 1996, y fundó en 1998 "Istmi", junto a Enrico Capodaglio y Feliciano Paoli. Cura en calidad de director literario los Quaderni della Luna, publicación periódica de literatura y grabado, impresa en el Tipiche Grafiche Fioroni de Casette d'Ete por la Asociación Cultural La Luna, de la que fue uno de los fundadores junto con el artista grabador Fermano Sandro Pazzi.
Reconocimientos: Premio Montale (por Case perdute e per Istmi e chiuse), Premio Cittadella (por Altre educazioni), Premio Lerici-Golfo dei poeti e Franco Matacotta (por Istmi e chiuse), Premio Biella e Lerici-Pea (por Principio del giorno), i Premi Dino Campana, Frascati e Carducci (por Ronda dei conversi), el Premio Viareggio-Repaci (por Poesie 1976-2007), El Premio Giuseppe Dessì e Brancati-Zafferana (por Trinità dell'esodo).

Bibliografía:
Case perdute (Marka, Ascoli Piceno, 1986 - Nuova ed. Il lavoro editoriale, Ancona-Bologna, 1989)
Altre educazioni (Crocetti, Milano, 1991)
Istmi e chiuse (Marsilio, Padova, 1996)
Principio del giorno (Garzanti, Milano, 2000)
Ronda dei conversi (Garzanti, Milano, 2005)
Poesie. (1976 - 2007) (Garzanti, Milano, 2008, recoge los libros ya publicados y una sección de inéditos titulada Soste ai margini)
Trinità dell'esodo (Garzanti, Milano, 2011)



sábado, 10 de febrero de 2018

Alda Merini



El Duce 

   Las poetas que se sienten tan importantes no saben que el Duce me ha amado. 
   Benito estaba en la cima de su gloria. No alto sino fornido y sólido, con un casco en la cabeza que le cubría la frente. Un día de mayo, quién sabe por qué terrible equivocación, me tomó entre sus brazos. Yo tenía cinco años. La muchedumbre, dividida en dos alas, amontonada por el paso de Benito a lo largo de la vía Papiniano, rompía filas y atropellaba a los niños gritando “¡Duce, Duce!”. 
   D’Annunzio, enfáticamente, volaba sobre nosotros y la gente cantaba “Roma divina, a te sul Campidoglio…” e incluso mi madre se sacaba la alianza y la arrojaba sobre el trípode de la sede central del fascio gritando “Alalá”. 
Nosotros, hijos de la loba, éramos obligados a madrugones obscenos para aprender el himno nacional. 
   Ese día, cuando izaron la bandera, la tricolor, enorme, cayó pesadamente sobre mi cabeza, derribándome junto a cinco compañeros. Gritábamos todos como fantasmas. Benito Mussolini pensó buscarme en la bandera y, una vez alzada, me estrechó contra su corazón. Su casco me atravesó el vientre, produciéndome la primera equimosis de amor, pero tan aterradora que aun hoy siento las consecuencias. Ese casco lo veo en el aire cada vez que beso un hombre; Mussolini fue el precursor de la violencia anónima de mi vida, por consiguiente de todo aquello que la violencia es. Siento nostalgia del fascismo y de la tormenta original. 
   La psiquiatría moderna, ese Duce de nuestra época, ha resucitado finalmente un nuevo fascismo que marcha impertérrito hacia la no razón. Y si pensamos que el “Eje” con Hitler ha hecho la guerra y destruido Italia, puede entenderse cómo la especulación psiquiátrica no es la misma que la de Kant. Puede decirse que en todo caso rige la teoría donde poesía y locura son una sola cosa. Estoy segura de que la dureza de este análisis hace felices a los críticos que dicen: “Esta es una loca”.



(Versión G.M.)
(Il tormento delle figure, Il melangolo, Génova, 1990.Nugae, N.6. Il suono dell’ombra, p.882-3.)





Original Italiano:

Il Duce 


Le poetesse che si sentono tanto importante non sanno che il duce mi ha amato. 

   Benito era allora all’apice della sua gloria. Non alto ma tarchiato e solido, con un elemto calato sulla testa che li riempiva la fronte. In un giorno di maggio, per chisà quale terribile abbaglio, mi prese tra le braccia. Io avevo cinque anni. La folla, divisa in due ali, accalcata lungo viale Papiniano per il passaggio di Benito, rompeva le righe e travolgeva i bambini gridando “Duce, Duce!”. 
   D’Annunzio, enfaticamente, volava sopra di noi e la gente cantava “Roma divina, a te su Campidoglio…” e anche mia madre si sfilaba la vera e la buttava sul trípode della sede generale del fascio gridando “Alalà”. 
   Noi, figli della lupa, eravamo costretti a levatacce oscene per andaré a imparare l’inno nazionale. 
   Quel giorno, quando fecero l’alzabandiera, il tricolore, enorme, mi cadde pesantemente in testa, travolgendomi assieme a cinque mie compagne. Urlavamo ttute come fantasmi. Così, Benito Mussolini, pensò di cercarmi nella bandiera e, sollevatami, mi strinse al cuore. Il suo elmetto mi trapassò il ventre, producendomi la prima ecchimosi d’amore, ma così spaventosa che ancora oggi ne sento i postumi. Quell’elmetto lo vedo nell’arria ogni volta che bacio un uomo; Mussolini fu il precursore della violenza anónima della mia vita, quindi di tutto ciò che è violenza. Ho nostalgia del fascismo e della tempesta originale. 
   La psichiatria moderna, questo duce della nostra época, ha finalmente resuscitato un nuovo fascismo che marcia imperterrito verso la non ragione. E se pensiamo che l’”Asse” con Hitler ha fatto la guerra e distrutto l’Italia, si può capire come la speculazione psichiatrica non sia la stessa di Kant. Si può anche dire che semmai regge la teoria dove poesia e follia sono un’unica cosa. Sono certa che queste durezze di analisi fanno contenti i critici che dicono “Costei è una pazza”.



viernes, 9 de febrero de 2018

Mario Luzi



Vuela alta, palabra, crece en profundidad,
toca nadir y zenit de tu significación,
ya que a veces puedes- sueño que la cosa exclame
en la oscuridad de la mente-
pero no te separes
de mí, que llegues,
te ruego, a aquella celestial cita
sola, sin mi calor
o al menos mi recuerdo, sé
luz, no deshabitada transparencia…

¿La cosa y su alma? ¿o la mía y su sufrimiento?



(de Per il battesimo dei nostri frammenti, Garzanti, Milano 1985. Incluído en L’opera poética, Mondadori 1998.)
(Versión G.M.)



Original Italiano:

Vola alta, parola, cresci in profondità,
toca nadir e zenith della tua significazione,
giacchè tavolta lo puoi - sogno che la cosa esclami
nel buio della mente -
però non separarti
da me, non arrivare,
ti prego, a quel celestiale appuntamento
da sola, senza il caldo di me
o almeno il mio ricordo, sii
luce, non disabitata trasparenza...
La cosa e la sua anima? o la mia e la sua sofferenza?






Biografía:
Mario Luzi (Castello, Florencia, 1914-Florencia, 2005) fue poeta, ensayista, dramaturgo y traductor. Sus padres eran originarios de Samprugnano, en la zona de Monte Amiata, lugar donde Mario pasó las vacaciones hasta 1940 y que se convertirá para él en fuente de inspiración, asociada a la cultura agrícola y a la figura de su madre, que ejerció una gran influencia sobre él, especialmente en sus raíces cristianas: "Descubrí en mi madre todo aquel mundo de religión campesina, elemental pero reflexivo, pensado y vivido muy intensamente. Me fascinaba cómo transportaba todas las cosas a su interioridad", ha confesado el autor. En la década de los 20 comenzó su formación académica en la escuela de Castello, donde destacó por su inteligencia y su afición a la lectura. Inició los estudios de secundaria en Florencia, pero después (debido al trabajo del padre, empleado ferroviario) se trasladó a Milán y a Siena, donde completó la secundaria. La época de Siena es de enorme importancia ya que coincide con su descubrimiento del amor y del arte, pues el arte de la ciudad dejó en él una huella imborrable.
Regresó a Florencia en 1929. En estos años se despierta su interés por la filosofía (que le lleva a faltar a clase para leer a los filósofos, especialmente a san Agustín) y nace su admiración por autores como Joyce, Mann o Proust (los mejores "filósofos" que dice haber encontrado en sus años de formación, cuando dudaba entre la filosofía y la literatura). En esta época entró en contacto con el grupo de intelectuales antifascistas del café Le Giubbe Rosse, entre los que se encontraba Eugenio Montale, participó en la vida cultural de la ciudad y colaboró en revistas de vanguardia como Cubierta o Campo de Marte. En 1935 publicó su primer poemario, La barca, y en 1936 se graduó en literatura francesa con una tesis sobre François Mauriac. En 1938 comenzó a enseñar en secundaria, primero en Parma y posteriormente en San Miniato y Roma, hasta 1943. Mientras tanto, se casó con Elena Monaci en 1942 y nació su único hijo, Gianni, en 1943. Antes de la guerra, colaboró en la revista Perspectivas, de Curzio Malaparte.(http://elhacedordesuenos.blogspot.com.ar/2017/08/dos-poemas-de-mario-luzi.html) 

Bibliografía:
Poesia
La barca, Modena, Guanda, 1935.
Avvento notturno, Firenze, Vallecchi, 1940.
Biografia a Ebe, Firenze, Vallecchi, 1942. Prosa poetica
Un brindisi, Firenze, Sansoni, 1944.
Quaderno gotico, Firenze, Vallecchi, 1947.
Primizie del deserto, Milano, Schwarz, 1952.
Onore del vero, Venezia, Pozza, 1957.
Il giusto della vita, Milano, Garzanti, 1960. Tutte le poesie fino al 1960.
Nel magma, Milano, All'insegna del pesce d'oro, 1963; Milano, Garzanti, 1966.
Dal fondo delle campagne, Torino, Einaudi, 1965.
Su fondamenti invisibili, Milano, Rizzoli, 1971.
Al fuoco della controversia, Milano, Garzanti, 1978.
Semiserie, Salerno, Il Catalogo, 1979.
Reportage. Un poemetto; seguito dal Taccuino di viaggio in Cina. 1980, Milano, All'insegna del pesce d'oro, 1980.
La cordigliera delle Ande e altri versi tradotti, Torino, Einaudi, 1983.
Per il battesimo dei nostri frammenti, Milano, Garzanti, 1985.
Frasi e incisi di un canto salutare, Milano, Garzanti, 1990.
Viaggio terrestre e celeste di Simone Martini, Milano, Garzanti, 1994.
Sotto specie umana, Milano, Garzanti, 1999.
Parlate, Novara, Interlinea, 2003.
Tempi, con immagini di Samuele Gabai, Como, Edizioni Lythos, 2003.
Dottrina dell'estremo principiante, Milano, Garzanti, 2004.
Lasciami, non trattenermi. Poesie ultime, Milano, Garzanti, 2009.
Poesie ultime e ritrovate, Milano, Garzanti, 2014.
 

Ensayo:
L'Opium chrétien, Modena, Guanda, 1938. (su Mauriac)
Un'illusione platonica e altri saggi, Firenze, Edizioni di rivoluzione, 1941; Bologna, Boni, 1972.
L'inferno e il limbo, Firenze, Marzocco, 1949; Milano, Il saggiatore, 1964.
L'idea simbolista, Milano, Garzanti, 1959; 1976.
Lo stile di Constant, Milano, Il Saggiatore, 1962.
Tutto in questione, Firenze, Vallecchi, 1965.
Vicissitudine e forma, Milano, Rizzoli, 1974.
Discorso naturale, Siena, Messapo, 1980; Milano, Garzanti, 1984.
Dante e Leopardi, o Della modernità, Roma, Editori riuniti, 1992.
Naturalezza del Poeta. Saggi critici, Milano, Garzanti, 1995.
Prima semina. Articoli, saggi e studi, 1933-1946, Milano, Mursia, 1999.
Vero e verso. Scritti sui poeti e sulla letteratura, Milano, Garzanti, 2002.



viernes, 2 de febrero de 2018

Natalia Ginzburg


La muerte de Pavese


 Pavese cometía errores más graves que los nuestros. Porque nuestros errores eran generados por el impulso, la imprudencia, la estupidez o el candor; en cambio los errores de Pavese nacían de la prudencia, del cálculo y de la inteligencia. Nada es tan peligroso como esta clase de errores. Pueden ser, como lo fueron para él, mortales; porque de lo caminos que se equivocan por astucia es difícil regresar. Los errores que se cometen por astucia se enlazan estrechamente: la astucia hunde en nosotros raíces más firmes que la irreflexión y la imprudencia: ¿cómo liberarse de ataduras tan tenaces, tan apretadas, tan profundas? La prudencia, el cálculo y la astucia tienen el rostro de la razón: el rostro, la voz amarga de la razón, que argumenta con sus argumentos infalibles, frente a los que no hay nada que decir, no queda si no asentir. 
 Pavese se mató un verano en el que ninguno de nosotros estaba en Torino. Había preparado y calculado las circunstancias que preservaban su muerte, como quien prepara y dispone el curso de un paseo o de una velada. No le gustaba que hubiera, ni en los paseos ni en las veladas, nada de imprevisto o de casual. Cuando íbamos él, Balbo, el editor y yo a dar un paseo por la colina, se irritaba muchísimo si algo desviaba el curso que había dispuesto, si alguien llegaba tarde a la cita, si cambiábamos el programa sobre la marcha, si se unía a nosotros una persona imprevista, si una circunstancia fortuita nos llevaba a comer, en lugar de en la trattoría que él había elegido, en la casa de algún conocido encontrado inesperadamente por la calle. Lo imprevisto lo ponía incómodo. No le gustaba ser tomado por sorpresa.
 Había hablado por años de suicidarse. Nadie le creyó jamás. Cuando venía a vernos a Leone y a mí, comiendo ciruelas, y los alemanes invadían Francia, ya hablaba de eso. No por Francia, no por los alemanes, no por la guerra que embestía contra Italia. Tenía miedo de la guerra, pero no lo suficiente como para matarse por la guerra. Siguió teniendo miedo de la guerra, aún mucho después de que la guerra terminara: como el resto de nosotros. Porque eso es lo que pasó, apenas terminada la guerra volvimos enseguida a tener miedo de una nueva guerra y a pensar en ella siempre. Y en él el miedo era mayor que en nosotros: era en él, el miedo, el vórtice de lo imprevisto y de lo desconocido, horrendo a la lucidez de su pensamiento; aguas oscuras, vertiginosas y venenosas en las desnudas orillas de su vida.
 No tenía, en el fondo, para matarse, un motivo real. Pero compuso algunos y calculó la suma con precisión fulminante, los compuso nuevamente y volvió a ver, asintiendo con su sonrisa maligna, que el resultado era idéntico y por lo tanto exacto. Miró más allá de su vida, en nuestros días futuros, pensó en cómo se comportaría la gente al confrontar sus libros y su memoria. Miró más allá de la muerte, como aquellos que aman la vida y no saben cómo despegársele, y aun pensando en la muerte van imaginando, no la muerte sino la vida. Él, sin embargo, no amaba la vida, y ese mirar suyo más allá de la propia muerte no era amor por la vida, sino un profundo cálculo de circunstancias, para que nada, ni siquiera después de muerto, pudiera tomarlo por sorpresa.

(de Lessico Famigliare, 1963.)


Original Italiano:



Pavese commetteva errori più gravi dei nostri. Perché i  nostri errori erano generati da impulso, imprudenza, stupidità e candore; e invece gli errori di Pavese nascevano dalla prudenza, dal calcolo, e dall’intelligenza. Nulla è pericoloso come questa sorta di errori. Possono essere, come lo furono  per lui, mortali; perché dalle strade che si sbagliano per astuzia, è difficile ritornare. Gli errori che si commettono per astuzia, ci avviluppano strettamente: l’astuzia mette in noi radici più ferme che non l’avventatezza o l’imprudenza: come sciogliersi da quei legami così tenaci, così stretti, così profondi? La prudenza, il calcolo, l’astuzia hanno il volto della ragione: il volto, la voce amara della ragione, che argomenta con i suoi argomenti infallibili, ai quali non c’è nulla da rispondere, non c’è che assentire.
Pavese si uccise un’estate che non c’era, a Torino, nessuno di noi. Aveva preparato e calcolato le circostanze che riguardavano la sua morte, come uno che prepara e  predispone il corso d’una passeggiata o d’una serata. Non amava vi fosse, nelle passeggiate e nelle serate, nulla  d’imprevisto o di casuale. Quando andavamo, lui, io, i Balbo e l’editore, a far passeggiate in collina, s’irritava moltissimo se qualcosa deviava il corso da lui predisposto, se qualcuno arrivava  tardi all’appuntamento, se cambiavamo all’improvviso il programma, se si aggiungeva a noi una persona imprevista, se una circostanza fortuita ci portava a mangiare, invece che nella trattoria che lui aveva prescelto, nella casa di qualche conoscente incontrato  inaspettatamente per strada. L’imprevisto lo metteva a disagio. Non amava esser colto di sorpresa.
Aveva parlato, per anni, di uccidersi. Nessuno gli credette mai. Quando veniva da me e da Leone mangiando ciliegie, e i tedeschi prendevano la Francia, già allora ne parlava. Non per la Francia, non per i tedeschi, non per la guerra che stava investendo l’Italia. Della guerra aveva paura, ma non abbastanza per uccidersi a motivo della guerra. Continuò tuttavia ad avere paura della guerra, anche dopo che la guerra era  da gran tempo finita: come, del resto, noi tutti. Perché questo ci accadde, che appena finita la guerra ricominciammo subito ad avere paura di una nuova guerra, e a pensarci sempre. E in lui la paura era più grande che in noi: era in lui, la paura, il vortice dell’imprevisto e dell’inconoscibile, che sembrava orrendo alla lucidità del suo pensiero; acque buie, vorticose e venefiche sulle rive spoglie della sua vita.
Non aveva, in fondo, per uccidersi, alcun motivo reale. Ma compose insieme più motivi e ne calcolò la somma, con precisione fulminea, e ancora li compose insieme e ancora vide, assentendo col suo sorriso maligno, che il risultato era identico e quindi esatto. Guardò anche oltre la sua vita, nei nostri giorni futuri, guardò come si sarebbe comportata la gente, nei  confronti dei suoi libri e della sua memoria. Guardò oltre la morte, come quelli che amano la vita e non sanno staccarsene, e pur pensando alla morte vanno immaginando non la morte, ma la vita. Lui tuttavia non amava la vita, e quel suo guardare oltre la propria morte non era amore per la vita, ma un profondo calcolo di circostanze, perché nulla, nemmeno dopo morto, potesse coglierlo di sorpresa.
 (Lessico Famigliare; Mondadori, 1974; p.184-5.)

Biografía:


Hija de Giuseppe Levi y Lidia Tanzi, nació en Palermo en el seno de una familia acomodada de origen triestino, pero buena parte de su vida la pasó en Turín, adonde su padre, profesor universitario de anatomía, fue trasladado en 1919, cuando ella tenía tres años. Tanto él como sus hermanos fueron apresados y procesados por sus ideas antifascistas. Su madre era hija de un abogado socialista. Hija de un librepensador (además, la familia paterna era judía) y de una mujer de educación católica, tuvo una formación laica: ninguno de ellos eran practicantes. La enseñanza media la hizo en el instituto Alfieri.
 En 1933 publicó su primer cuento, I bambini (Los niños), en la revista Solaria.
 Cinco años más tarde se casó con Leone Ginzburg, un intelectual antifascista de origen ruso y profesor de literatura rusa que había estado en la cárcel en 1934 y 1936 por sus ideas. El matrimonio se relaciona con los intelectuales antifascistas turineses, especialmente con los relacionados con la editorial Einaudi, de la que Leone Ginzburg era cofundador desde 1933. Mantendrán gran amistad con Cesare Pavese y con Carlo Levi, entre otros.
 En 1940 el matrimonio se muda a Pizzoli, un pueblo de los Abruzos, donde su marido había sido desterrado por el gobierno de Mussolini y en el que permanecerá hasta 1943. Con él tendrá tres hijos: Carlo (Turín, 15.04.1939), futuro famoso historiador, Andrea (Turín, 09.04.1940) y Alessandra (Pizzoli, 20.03.1943).
 Con el seudónimo de Alessandra Tornimparte publicó en 1942 su primera novela, El camino que va a la ciudad, que reeditará en 1945 ya con su firma definitiva, Natalia Ginzburg.
 Después del comienzo de la deportación sistemática de los judíos, y tras varias vicisitudes, su marido fue detenido y torturado hasta la muerte en la cárcel de Regina Coeli de Roma, en 1944.
 Natalia Ginzburg, poco después de liberada ese mismo año, llega en octubre a Roma, donde comienza a trabajar en Einaudi, la editorial donde publicará sus novelas. En otoño del año siguiente regresó a Turín, adonde habían ya retornado sus padres y sus hijos, quienes durante los meses de la ocupación alemana se habían refugiado en Toscana.
 En 1947 aparece su segunda novela È stato cosí, con la que gana el premio Tempo. Se trata de un libro desesperado, violento y lleno de tristeza. La tristeza se combinará en sus obras posteriores con una original comicidad.
 Se casa en 1950 con el profesor universitario Gabriele Baldini, especialista en literatura inglesa que fue director del Instituto Italiano de Cultura en Londres. El matrimonio tendrá dos hijos: Susanna (04.09.1954–15.7.2002) y Antonio (06.01.1959–03.03.1960).
 En 1952 publica Todos nuestros ayeres; cinco años más tarde salen el libro de cuentos Valentino (premio Viareggio) y la novela Sagitario; y en 1961 lanza su importante novela Las palabras de la noche, que en 2003 será llevada al cine por el español Salvador García Ruiz con el título de Las voces de la noche.
 Natalia Levi gana luego el prestigioso premio Strega, en 1963, con Léxico familiar, novela autobiográfica con la que consiguió también un gran éxito de ventas. Ese mismo año hizo su único papel en el cine, en la película de Pier Paolo Pasolini: El Evangelio según San Mateo, en la que interpretó a María de Betania.
 En 1969 muere su segundo marido. Ella continúa con su escritura, cada vez más interesada en el microcosmos de las relaciones familiares: Querido Miguel (1973), Familia (1977), otra novela epistolar La ciudad y la casa (1984), y un libro inclasificable y extenso, La famiglia Manzoni (1983), sobre la esfera doméstica del gran escritor italiano.
 Al mismo tiempo, después de la muerte de Baldini, Natalia Ginzburg, como la mayoría de los intelectuales de izquierda italianos de aquella época, comienza a participar cada vez más activamente en política y en 1983 es elegida diputada del Parlamento por el Partido Comunista Italiano.
 Otras facetas en las que destacó fue como autora de comedias teatrales y traductora: entre las primeras, destacan Ti ho sposato per allegria (1970) o Paese di mare (1972). Sus traducciones más celebradas son las que realizó del francés (Marcel Proust, Gustave Flaubert y Maupassant).
 Murió en Roma la noche de 6 al 7 de octubre de 1991. Su obra apareció en Einaudi, editorial de Turín con la que tuvo lazos amistosos y de asesoramiento a lo largo de toda su vida. Numerosas polémicas cívicas, recogidas en ensayos, pudo canalizarlas finalmente con su participación en el Parlamento durante sus últimos años.

Bibliografía:

La strada che va in città, novela corta, 1942 
È stato così, novela corta, 1947.
Tutti i nostri ieri, novela, 1952
Valentino, novela corta, 1957.
Sagittario, novela corta, 1957
Le voci della sera, novela corta, 1961.
Le piccole virtù, ensayo, 1962.
Lessico famigliare, novela, 1963.
Mai devi domandarmi, ensayo, 1970.
Caro Michele, novela, 1973.
Famiglia, 1977, con dos novelas cortas, la de ese título y Borghesia.
La famiglia Manzoni, biografía literaria, 1983.
La città e la casa, 1984.
Non posiamo saperlo, saggi 1973-1990, 2001, ensayos.


Cesare Zavattini

  Quiero enseñarles a los pobres un juego muy hermoso. Suban la escalera con paso de forasteros (esta vez regresen a casa más tarde de lo ac...